jueves, 12 de octubre de 2017

Los gigantes de la tecnología operan como carros sin frenos.

He encontrado este artículo en The Guardian del cual traduje algunos parrafos de manera libre para edificación de los que tienen la gentileza de visitar este blog:

El artículo más estúpido que he escrito, en la década de 1990, predijo que Internet beneficiaría sólo a dos grupos de personas: abogados y pornógrafos. Estaba equivocado. Yo y millones de otros nos hemos beneficiado enormemente de esta innovación. Pero yo tenía razón en un aspecto: que sus bendiciones serían mezcladas.
No pasa un día sin quejas apocalípticas contra Internet. Promueve la pedofilia, el acoso, el trolling, la humillación, la intrusión, la acusación falsa y la difamación. Ayuda al terrorismo, a la guerra cibernética, a la mentira política, a las noticias falsas, a la censura estatal y a la injusticia sumaria. Enriquece a unos pocos, evade impuestos, no respeta fronteras y obliga a millones de personas a estar desempleados.
Las compañías de Internet, mientras pretenden que no son empresas de publicidad, manipulan y censuran noticias. Ven a los humanos como fábricas de algoritmos, agrupadas para obtener los máximos ingresos publicitarios. La "aldea global" no es un pueblo en absoluto, sólo trillones de consumidores zombies conectados  a un teléfono. ¿A quién en la Tierra se le ocurrió que esto podría ser una buena idea?
El nuevo libro de William Storr, Selfie, argumenta que los medios sociales nos hacen a todos, incluidos los niños, más solitarios y aún más narcisistas. Esto ha significado aumentos en las tasas de "autolesión, trastorno alimentario, depresión, ansiedad y dismorfia corporal". O, como Michael Harris lo pone en su estudio de la nueva soledad, los jóvenes están "volviéndose socialmente obesos, engordados en una conexión constante, pero nunca debidamente alimentados".
Si nos viésemos amenazados por un virus desenfrenado, un cambio climático o un ejército invasor, habría un clamor. Se convocarían conferencias, se reunirían las Naciones Unidas y se firmarían tratados. Pero debido a que el daño está contenido en nuestro jardín más secreto, la salud mental, el problema se trata como "el precio que pagamos" por las maravillas de Internet. Los expertos no pueden entender que el Internet podría se haya  convertido en una maldición en lugar  en una bendición.
Nunca una industria ha alcanzado tal dominio global con tan poca regulación. Los motores de búsqueda son como si a los coches en autopistas se les permitiese andar sin frenos o cinturones de seguridad. El fracaso de regular estas corporaciones masivas, y mucho menos de hacer que tributen adecuadamente, es el pecado más grosero de los gobiernos modernos. Su tamaño y alcance les permite ignorar el daño que hacen.
A medida que la industria se concentra en monopolizar los millonarios gastos publicitarios de los gobiernos, estos ignoran la llamada “Dark Web”, que satisface los gustos mas  ya sean sexuales, financieros e incluso militares.  En lugar de frenar  la intrusión masiva en la privacidad personal, los gobiernos se dieron cuenta - como Edward Snowden reveló - de que esta intrusión podría servir a sus propios fines. El estado y los “mass data” comenzaron la asociación más profana en la historia comercial.

Articulo original en inglés:


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