sábado, 16 de julio de 2016

ORLANDO, FRANCIA, CUALQUIER PARTE

Melvin Mañón
La falta de piedad, simpatía, conmiseración y solidaridad entre las personas de las grandes ciudades empuja a muchas de ellas a la soledad, la tristeza, la frustración, el abandono, la envidia, el rencor. Algunos de los que así viven se llenan de odio porque la felicidad o aparente normalidad de los demás los ofende. Se trata de gente que no tiene amigos o empleo, la mujer lo dejó, los hijos no lo quieren o no lo conocen o han cambiado demasiado para reconocerse en ellos. El vecino no sabe quién es ni le importa. Nadie le dice buenos días ni le brinda una sonrisa. Cada cual sabe que está solo, que no habrá una mano solidaria que lo ayude si pierde el empleo o enfrenta una desgracia, que no hay con quien hablar de las penas ni de los sueños, nadie escucha, todos viven sumidos en su propia rutina agonizante, embrutecedora, que aniquila el alma, destruye los sentimientos. 
No quiero vivir así piensa el individuo, no se vivir así, no puedo vivir así y un día, algunos de ellos que sienten que nada tienen que perder miran a los demás como culpables de su propia tragedia si no por comisión al menos por omisión, porque sus penas no le importan a los otros, a nadie y entonces, aislados, dolorosamente solos y desguarnecidos dejan de ver a esos otros como personas inocentes y el día que salen a matar gente no creen ni por un instante que están matando inocentes sino gente culpable, gente que dejó que la tragedia, la soledad y el abandono se abatieran sobre ellos. 
No hay que ser del ISIS, no hay que ser musulmán, no hay que ser fanático de nada ni de nadie aunque claramente también tenemos esa tipología. Lo que he querido significar y no espero que muchos lo entiendan es que, nuestra sociedad basura, vacía, egoísta, consumista y despiadada está desequilibrada y es desequilibrante. Fabricamos psicópatas al por mayor y algunos de ellos han encontrado que salir a matar a los “culpables” es mas gratificante que suicidarse solo y sin que de paso, los demás, o sea nosotros, nos enteremos de su desgracia, la que lo llevó a vernos como culpables y a castigar con la muerte a los que, ajenos a todo, entregados a su vida normal, terminaron en el sitio equivocado en el momento equivocado. Con estas matanzas, nos están diciendo todo lo mal que estamos todos pero como no escuchamos salen a matar a ver si así nos enteramos de cómo, cuando, cuanto y por que sufren, pero nosotros somos y estamos tan alienados que ni siquiera nos percatamos del mensaje. Ponemos la banderitas estúpidas, lloramos como estúpidos, denunciamos como estúpidos, ponemos las flores como estúpidos pero no tratamos de entender, no tratamos de cambiar y creemos que la policía debería protegernos y muchos gustosamente aprueban nuevas restricciones a la libertad que hemos dilapidado, a los derechos que hemos profanado al mundo de la sensatez y de la sensibilidad humana que hemos dejado atrás y no se si podremos recuperar.



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