jueves, 3 de enero de 2013

La ciencia naufraga en la red

Por Javier Salas. Publicado en Materia III


A la ciencia se le abría todo un océano de posibilidades gracias a la red: blogs de entendidos, webs específicas, foros de aficionados, redes sociales, etc. Pero en lugar de navegar viento en popa por esos mares, parece haber encallado. Para seguir con el símil náutico, el problema es que no hay un timonel apropiado y faltan cartas de navegación que describan de forma fiable cómo funcionan las corrientes en las redes sociales o hacia dónde soplan los intereses de los consumidores de noticias online. Un artículo que publica la revista Science en su última edición alerta sobre el grave problema que afronta la comunicación científica en la actualidad: la paradoja de que internet es su última y gran oportunidad, pero que no está sabiendo analizar cómo aprovecharla para no enredarse en sus múltiples trampas.

Tres son los principales motivos por los que científicos, divulgadores y periodistas especializados deben replantearse la forma en que se desarrolla su diálogo con el público, según los autores de este trabajo. Primero, el declive de los medios tradicionales y su incapacidad para cumplir con su función de acercar la ciencia a la sociedad. Segundo, que internet es un ecosistema complejo en el que no siempre la voz más autorizada y respetable es la más escuchada. Desde el algoritmo de Google hasta los agregadores de noticias, el ruido suele obtener más oyentes que el discurso atinado de una institución científica. Por último, pero no menos importante, la forma de consumir la información en internet: blogs, comentarios, tuits y “me gustas” alteran la información hasta el punto de distorsionar o desvirtuar su mensaje.

Sería ingenuo pensar que las noticias científicas online se consumen igual que a través de la televisión o los periódicos. Al contrario, estamos en un nuevo mundo de interacción con el público, de reutilización y reinterpretación de los contenidos. Ya no tratamos con los medios de comunicación de masas en su sentido tradicional, sino con mensajes que son socialmente contextualizados a través de Facebook, los retuits y los comentarios de los lectores”, explica Dietram Scheufele, uno de los autores. Según este experto en comunicación, la ciencia no está haciendo su trabajo para entender cómo funciona la divulgación en redes sociales, y hay muy pocos estudios que ayuden a entenderlo.

Y la escasa literatura científica que existe sobre la materia expone los riesgos. Un estudio reciente reseñado en este artículo de Science destaca que el contexto de las noticias en las redes sociales alteran de forma decisiva la percepción de los lectores: por ejemplo, la bronca que pueda surgir en los comentarios de una noticia colgada en Facebook provoca que el usuario cambie su percepción del riesgo asociado a una nueva línea de investigación puntera (en este caso, la nanotecnología).

En medio de ese flujo constante de información, conversación y ruido, la ciencia necesita ganar autoridad a través de una voz firme basada en los hechos que se oiga a través de todos estos canales. “De lo contrario”, expone Scheufele, “se corre el riesgo de que sencillamente no llegue a la mayoría de los ciudadanos”. En España, internet se convirtió este año en la primera fuente de información científica, superando a la televisión por primera vez. Además, las redes sociales ya son la principal vía de acceso a estas noticias, según una encuesta de Fecyt.

Endogamia en las redes sociales

Los autores reconocen que el potencial de los nuevos cauces es tremendo, pero creen que la ciencia no lo está logrando, sobre todo en redes sociales. Desde la perspectiva de Scheufele, determinados grupos de Facebook, como “I fucking love Science”, o agregadores de blogs se convierten en una “cámara de eco” cuyos sonidos no salen de esas paredes. ”Existe un riesgo real, según muchos investigadores, de que estas páginas solo lleguen a los ya convertidos, es decir, aquellos a los que ya gusta la ciencia, y no lleguen a nuevos públicos”, alerta.

Dominique Brossard, que también firma el artículo, es algo más optimista en este sentido: “Los enlaces y “me gustas” compartidos en Facebook tienen la capacidad de exponer a todos los “amigos” a cosas nuevas. De hecho, he visto crecer exponencialmente la red de ”I fucking love Science” y ya tiene más de 2 millones de seguidores. Así que, en pocas palabras, sitios como estos pueden ayudar a popularizar la ciencia”, razona Brossard.

Para esta investigadora, el principal desafío es la cantidad de información disponible en internet, lo que hace que sea difícil llegar a determinada audiencia. “Los algoritmos utilizados por Google y otros motores de búsqueda determinan en gran parte lo que en última instancia encuentra el internauta cuando buscan información específica. Así es difícil llegar sistemáticamente a públicos que no consuman habitualmente webs específicas de ciencia”, asegura Brossard.

“Tanto las tabletas como los smartphones han aumentado por primera vez en mucho tiempo el consumo de noticias, así que podemos suponer que el consumo de noticias de ciencia aumentará también. La ciencia es emocionante, y la gente se interesa por cosas interesantes”, resume Brossard. Ambos autores coinciden en que sería muy importante que los medios generalistas de internet mantuvieran espacios concretos y estables para la ciencia y la tecnología mientras aterrizan nuevos medios específicos: “Lo que vamos a ver en el futuro son nuevas y creativas formas de monetización que ayuden a mantener el periodismo de ciencia de calidad. Pero incluso estos nuevos modelos dependerán de los conocimientos de las ciencias sociales para ayudarles a entender cómo las audiencias usan la información que encuentran en línea”, aventura Scheufele.

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