viernes, 29 de julio de 2011

Pensamiento líquido. Análisis del pensamiento de Zygmunt Bauman.


Por Carlos De la Rosa Xochitiotzi.
Publicado en El Extranjero

“La vida líquida es una vida precaria y vivida

en condiciones de incertidumbre constante”

-Zygmunt Bauman, Vida Líquida

Durante siglos las estructuras sociales se mantuvieron estables; los límites y estándares instaurados por las mismas eran inalterables y hasta cierto punto también incuestionables. La sociedad occidental estaba compuesta por instituciones rígidas donde se valoraba lo perdurable, la unión, la tradición y la capacidad de comprometerse a largo plazo. Instituciones sociales como el matrimonio y la familia estaban creadas a partir de moldes que no dejaban lugar para la improvisación. Precisamente por la rigidez de las instituciones sociales y por la naturaleza de los valores que se enaltecían es por lo que el sociólogo Zygmunt Bauman califica a esa época como la modernidad sólida. La modernidad sólida y sus múltiples características parecen tan lejanas a la actualidad donde lo característico es precisamente lo contrario: lo efímero, lo mutable y lo impredecible.

El sociólogo polaco, catedrático emérito de las universidades de Leeds y Varsovia, ha retratado a través de sus múltiples obras la época actual que denomina modernidad líquida. Desde su perspectiva la sociedad actual se encuentra desprovista de cualquier tipo de barreras que canalicen su cauce y por lo tanto fluye libremente; en la sociedad, como en los líquidos nada se mantiene firme y todo adquiere formas temporales e inestables. Dadas las características que generan una perfecta analogía con los líquidos, el calificativo de edad líquida que Bauman otorga a la actualidad es acertado. Bauman insiste en enfrentar la dicotomía de la modernidad sólida y la modernidad líquida contrastándola con la visión que presenta a la posmodernidad en contraposición con la modernidad; denominaciones distintas que expresan mismos conceptos. El presente ensayo busca introducir al lector en el pensamiento de Bauman, y su análisis incisivo de la sociedad actual.

Aquel que esté familiarizado con la historia moderna sabe que gran parte de las luchas del ser humano en la época reciente consistieron precisamente en intentar desquebrajar estructuras y modificar pautas que regulaban la vida social y que paulatinamente la petrificaron limitando drásticamente las posibilidades del individuo dentro de la misma. La existencia se encontraba reducida a momentos claves en los cuales se tomaban las grandes decisiones que sesgarían definitivamente el rumbo, no había más margen de acción y prácticamente la vida se encontraba definida por los patrones preexistentes que sólo quedaba aceptar sin reparo. La modernidad celebró la capacidad de derretir todas las instituciones que se mantenían congeladas. Podemos afirmar con certeza que ese objetivo se logró. Desde las intocables cúpulas de poder hasta la parte que el individuo común jugaba dentro de la sociedad, la modernidad sólida fue derretida para dar lugar a la modernidad líquida. La vida líquida es aquella en la que el hombre no acepta más un molde preexistente sino que crea el propio y que incluso no se limita a aquel que él creó sino que está dispuesto a cambiar de molde la mayor cantidad de veces. La solidez, sinónimo de estancamiento, fue rebasada y el hombre se entregó al fluir indiscriminado de la modernidad, al torrente que lo desafía con su cada vez mayor velocidad. Las posibilidades de acción ahora son infinitas, como infinitas las formas que pueden tomar los líquidos.

La globalización es el gran producto y al mismo tiempo el gran motor detrás de la modernidad líquida. Como proceso busca precisamente romper la mayor cantidad de barreras, acabar con esos límites que se consideraban impenetrables; la globalización invita al flujo, al movimiento, a no echar raíces en ningún lugar, a ser ciudadano del mundo y a ser ciudadano de ningún lugar. La política, ética y la cultura atravesaron el gran cambio que implicó pasar de lo sólido a lo líquido. Basta ver los nuevos estándares de la ética, tan distintos a aquellos que se pregonaban tiempo atrás, las pautas sociales se han aflojado por decirlo de una manera, la antigua rigidez de las mismas ahora parece más bien maleable e incluso, sin parecer alarmista, inestable.

El ámbito de las relaciones humanas ha sido el que ha experimentado cambios más drásticos en la transición de la modernidad sólida a la líquida, la institución social del matrimonio evidentemente ha sido modificada como lo aborda en su obra Amor Líquido. A diferencia de lo que ocurría en la modernidad sólida, pocos son aquellos que contraen matrimonio con la convicción de que se trata de un “para siempre”. La capacidad del hombre actual para asumir compromisos a largo plazo, por no decir de por vida, se ha visto mermada; ahora se ve con recelo la posibilidad de atarse a un compromiso sobre todo si se piensa en todo a lo que se renuncia. Pocos están dispuestos a comprometerse sin reservas por miedo a resultar dañados en caso de que el compromiso se disuelva, algo altamente probable. El miedo a quedarse atado y así perder la libertad, tan apreciada por la modernidad líquida, ha resultado en una acentuada fragilidad en los vínculos humanos. El hombre no está dispuesto a vivir su vida bajo reglas preexistentes que limiten sus posibilidades. Como resultado del modelo de vida consumista las relaciones humanas son mercantilizadas y se mantienen solo con base en los beneficios que proporcionan, una vez que éstos terminan se convierten en una empresa fallida que es urgente abandonar. “La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales”. Aunque la necesidad de unión está latente, el miedo a profundizar impide crear lazos firmes, la contradicción acentúa la angustia.

Las implicaciones de la transición hacia la vida líquida no se limitan a los vínculos íntimos sino también a otros aspectos de la convivencia social, por ejemplo el ámbito laboral. El profesional modelo es aquel que posee la capacidad para imponerse cada vez más y distintos retos profesionales. Un empleo de por vida no parece suficiente, el hombre está cada vez más ávido de experimentar distintas labores y las empresas buscan contratar gente dispuesta a dejarlo todo con el fin de cumplir las exigencias del trabajo, gente que no esté arraigada a un lugar sino que se encuentre todo el tiempo con las maletas hechas. El vertiginoso desenvolvimiento del mundo profesional atemoriza a los incautos, a los lentos que no pueden seguir su ritmo y los agobia con el miedo de quedarse atrás, de no cumplir con las expectativas que se tienen de él. Nadie quiere unirse a ese despreciable grupo de desechos humanos; aquellos seres que son incapaces de avanzar con la corriente, aquellos aletargados, rebasados y finalmente proyectados fuera del caudal.

Las implicaciones de la transición hacia la vida líquida no se limitan a la convivencia social. La modernidad sólida, equiparada con el industrialismo, celebraba la creación de productos cada vez más durables, diseñados para usarse el mayor tiempo posible; al contrario en la modernidad líquida, empatada con el consumismo, se celebra lo efímero y la capacidad de sorprender con nuevos productos que hagan parecer obsoletos a los previos. Nada está ya diseñado para durar una vida sino sólo el tiempo necesario para la producción de un nuevo comercial que anuncie lo nuevo en la línea de determinado producto. Todos los productos contienen fecha de caducidad. En un fragmento de su libro Vida Líquida, Bauman afirma sintetizando atinadamente la idea antes expuesta “El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos”. El consumismo no consiste, como algunos pueden llegar a creer, en acumular bienes sino en usarlos y desecharlos para hacer espacio para nuevos. “La vida líquida es una vida devoradora, asigna al mundo, personas y todo lo demás el papel de objeto de consumo que pierde su utilidad en el transcurso mismo del acto de ser usados” afirma acertadamente Bauman exponiendo lo que él define como una mercantilización de la existencia misma.

Aunque son múltiples las voces que califican al trabajo de Bauman como una exégesis de ideas anteriores, es de aplaudirse lo asertivo de su metáfora; brillante forma de expresar las contradicciones y cuestionamientos que encarna el posmodernismo. Bauman no nos enseña cosas que no supiéramos pero sí nos abre los ojos muchas veces sobre cosas que nos resultaban indiferentes y hace una invitación a detenerse a reflexionar en un mundo que lo empuja a hacer todo menos eso. La modernidad buscaba reemplazar las decimonónicas estructuras de la sociedad sólida por nuevas estructuras fundadas en la razón; el proyecto se encuentra inconcluso pues dio el primer gran paso al derrumbar a las antiguas pero nunca fueron construidas las nuevas estructuras sociales. Es precisamente éste punto lo abordado por la obra del sociólogo polaco; las estructuras que reemplazarían a las antiguas nunca fueron erigidas y su lugar fue ocupado por lo líquido, lo inestable, lo frágil, lo que espera solidificarse de nuevo o evaporarse.

miércoles, 27 de julio de 2011

Expertos preocupados por creciente adicción a celulares


Por AP el 26 de julio de 2011 publicado en Vocero.com

NUEVA YORK — Mientras que a los usuarios de teléfonos multiusos les preocupa la piratería cibernética y otras amenazas similares, psicólogos y otros especialistas están preocupados por otro problema creciente: la adicción de muchas personas a sus teléfonos.

A veces, parecería que están mucho más dispuestos a interactuar con sus teléfonos que con otros seres humanos.

“Al ver a personas que obtienen su primer teléfono multiusos, hay una progresión muy rápida de tener un teléfono básico sobre el cual uno no dice gran cosa, a gente que ama su iPhone, le pone nombre a su teléfono y le adquiere diversas cubiertas (para protegerlo)”, dijo Lisa Merlo, directora de entrenamiento en psicoterapia en la Universidad de la Florida.

La creciente dependencia se produce en momentos en que más personas abandonan sus iPods, cámaras, mapas y libretas de teléfonos por la enorme variedad de capacidades de los celulares.

En estos momentos existen programas para casi todo, desde medir el pulso hasta guiarlo a uno por las calles de la ciudad.

Merlo, psicóloga clínica, dijo que ha observado una serie de comportamientos entre usuarios de teléfonos multiusos que ella considera “problemáticos”. Entre ellos, algunos pacientes fingen estar hablando por teléfono o utilizando los programas de sus celulares para evitar contactos con otras personas en fiestas y bares. Otros están tan ensimismados con sus teléfonos que ignoran a todo el mundo a su alrededor.

“Entre más chucherías tenga un teléfono”, dice, “es más probable que se apeguen demasiado a él”.

Michelle Hackman, una recién graduada de secundaria en Nueva York, se ganó un premio de ciencia de 75.000 dólares con un estudio sobre el apego de los adolescentes a sus teléfonos. Hackman encontró que estudiantes separados de sus celulares estaban subestimulados —un pulso lento era un indicador— y carecían de la capacidad de entretenerse.

Algunas personas tienen tal temor de perderse algo que duermen junto a sus teléfonos. Más de una tercera parte de los adultos estadounidenses tienen ahora celulares multiusos, dice el Centro Pew de Investigaciones, y dos terceras partes duermen con sus teléfonos al lado.

Michael Breus, un psicólogo especialista en sueño, dijo que sus pacientes a menudo describen cómo responden a mensajes electrónicos, envían textos y navegan la internet en sus celulares poco antes de irse a dormir. El no considera que sea una buena idea.

“Eso puede aumentar la excitación cognitiva”, dice, “causando la principal queja que oigo: ‘No puedo desconectar mi mente y dormirme”’.

Y esa dependencia de muchos usuarios muy probablemente seguirá aumentando, a medida que la gente usa sus teléfonos para actividades como compras y banca.

Para muchas personas, estar separadas de sus teléfonos causa ansiedad. De acuerdo con estudiosos en el Ericsson ConsumerLab, algunas personas se han vuelto tan dependientes de poder usar sus teléfonos en todo momento que sin ese acceso, “no pueden lidiar con sus rutinas diarias”.

Tonia Zampieri perdió su teléfono en un taxi cuando estaba de vacaciones en Washington. Ella tenía copias de sus contactos en su computadora, pero perdió fotos, videos y otra información.

Lo peor, dice Zampieri, es la sensación de quedar aislada.

“Estuve sin teléfono durante cuatro días, y fue espantoso. Me pasé el tiempo tratando de encontrarlo, hasta que me acordaba que no lo tenía. Para mí, es casi una adicción”, dice.


miércoles, 20 de julio de 2011

Consumismo no significa felicidad


Las tendencias cada vez más consumistas que se evidencian en muchas partes del planeta son insostenibles, según un nuevo informe del Instituto Worldwatch, con sede en Estados Unidos.

Publicado por BBC MUNDO


"El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta", dicen los investigadores.

La organización señala que, mientras que casi 3.000 millones de personas sobreviven con menos de US$2 diarios, más de 1.700 millones, o sea más del 25% de la población mundial, ha adoptado un estilo de vida que en el pasado era exclusivo de los ricos.

Los mayores índices de obesidad y deuda personal, la escasez crónica de tiempo y la degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida de muchas personas

Sin embargo, este apetito consumidor no sólo está afectando a los más pobres, sino también a los sectores de mayores recursos, según los autores del "El estado del mundo en 2004".

"Los mayores índices de obesidad y deuda personal, la escasez crónica de tiempo y la degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida de muchas personas", advierten.

Presiones

El Instituto Worldwatch dice que el creciente consumo en el mundo industrializado y en los países en vías de desarrollo ha ejercido presiones sin precedentes en los recursos del planeta.

Los bosques, tierras agrícolas, selvas y territorios vírgenes disminuyen para dar espacio a la gente, casas, centros comerciales y fábricas, señalan.

El director del centro de estudios, Christopher Flavin, dijo que el consumo no es intrínsecamente negativo.

"El aumento del consumo ha ayudado a satisfacer necesidades básicas y a crear empleos", explicó.

"Pero, en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas", añadió.

“El apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas”

Christopher Flavin, director del Instituto Worldwatch

Más autos que permisos

Según el Instituto Worldwatch, el país con más altos niveles de consumo es Estados Unidos, donde hay más automóviles que personas que tienen permiso para conducirlos.

Pero no por eso los estadounidenses son más felices. Cuando se les preguntó, sólo un tercio de ellos dijo ser "muy feliz".

Esa cifra es prácticamente la misma de quienes se creían muy felices en 1957, cuando los niveles de riqueza en el país representaban la mitad de los actuales.

Por otra parte, en países como China la demanda consumista ha estimulado la economía, creado empleos y atraído inversiones externas, dicen los autores del informe.

Pero unos 240 millones de chinos han ingresado al ejército de consumidores, una cantidad que pronto superará la de EE.UU., agregan.

Los investigadores proponen reformas tributarias que permitan dedicar más fondos al cuidado del medio ambiente, la introducción de leyes que obliguen a la industria a reciclar sus productos y a producir bienes más duraderos, y nuevas vías para fomentar la responsabilidad personal.

Ver una reseña completa del informe aqui

lunes, 18 de julio de 2011

Zygmunt Bauman. Filosofía finamente gasificada


Por Mariano Dorr. Publicado en Santos Zapata. Disonancias
Desde hace algunos años, con Zygmunt Bauman está ocurriendo algo extraño: nos sentimos familiarizados con él. Sus libros aparecen cada vez con mayor rapidez en las mesas de “novedades” de las librerías. Y no caben dudas: se venden bien. Esto es todo un problema, porque Bauman, en sus textos, no hace otra cosa que reflexionar sobre las consecuencias de la modernización, y especialmente sobre la “cruel y despiadada” lógica del consumo, o como él mismo prefiere denominar a los tiempos que corren: la modernidad líquida. Probablemente, el hecho de convertirse en un fenómeno de ventas a escala mundial, antes que contradecir al propio Bauman, le da la razón. A fin de cuentas: “Todos los seres humanos son y siempre han sido consumidores, y el interés humano por consumir no es nuevo. Precede, sin duda, a la llegada de la versión líquida de la modernidad”. Todos consumimos, es cierto, y desde siempre. El hombre desea, por naturaleza, consumir. Pero, ¿qué implica, para Bauman, el consumo? “El síndrome consumista –subraya– exalta la rapidez, el exceso y el desperdicio.” El destino obligado de todo objeto de consumo (aun cuando se trate de vidas humanas) no es otro que el “vertedero”, el tacho de la basura. Pasada la fecha de caducidad (o incluso antes), no queda otro remedio que deshacerse de él (regla de oro de la vida moderna líquida: la breve vida útil de las cosas). Pero, entonces, ¿qué haremos con Bauman y sus libros?
En Vida líquida (Paidós, 2006), a propósito de la gestión cultural y sus modernas características “líquidas”, Bauman recuerda una ingeniosa definición de best seller: “Libro que logró un elevado nivel de ventas simplemente porque se vendió bien”. Seríamos injustos con Bauman si lo enmarcáramos en esta clase de libros. De hecho, quizás haya en Vida líquida una clave para entender por qué tantos libros para un solo diagnóstico (aun cuando la lógica del consumo ponga en entredicho su propio trabajo). Bauman escribe como quien arroja “una botella al mar”, con un mensaje de esperanza. ¿Qué nos queda en la era de la globalización y de los seres humanos residuales? Una “metaesperanza”, escribe: “La esperanza que hace posible todas las esperanzas”. En el último capítulo del libro –“Pensar en tiempos oscuros (volver a Arendt y Adorno)”–, señala que la propia obra de Adorno es un mensaje en una botella y, como tal, “una prueba del carácter pasajero de la frustración y de la naturaleza temporal de la esperanza, de la indestructibilidad de las posibilidades, y de la debilidad de las adversidades que impiden que aquéllas –las viejas promesas– se hagan realidad” (las bastardillas son de Bauman). Si no fuera así, no se arrojarían botellas al mar. No se escribiría. Y Bauman, con 81 años (nació en Polonia, en 1925), sigue arrojando libros.
¿Por qué, entonces, nos es familiar? Porque si sus libros vendidos le dan la razón, nuestra propia vida (signada por la liquidez moderna), también. Leer a Bauman es –por momentos– la constatación de la lógica de los acontecimientos que rigen nuestra propia vida moderna y sus avatares. Una sociedad moderna líquida es “aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas”. La vida líquida se caracteriza por la precariedad y la incertidumbre, “el temor a que nos tomen desprevenidos, a que no podamos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueven con gran rapidez, a que nos quedemos rezagados”, escribe Bauman. La vida líquida nos obliga a recomenzar siempre, enfrentado el trauma de estar, otra vez, en cero (nuevos comienzos que son, además, dolorosos finales, cada vez más apresurados). El único modo de continuar (sin ser eliminado como en el juego de las sillas) es deshacernos de aquello que (imprescindible ayer) se ha vuelto, ahora, inútil: “Entre las artes del vivir moderno líquido y las habilidades para practicarlas, saber librarse de las cosas prima sobre saber adquirirlas”. Modernizarse es sinónimo de cambiar una cosa obsoleta por otra “nueva”, pero no hay cambio ni modernización sin desperdicios. Según Bauman, la supervivencia y el bienestar de los miembros de la sociedad moderna líquida “dependen de la rapidez con la que los productos quedan relegados a meros desperdicios y de la velocidad y eficiencia con la que éstos se eliminan”. La industria de eliminación de residuos se convierte en un sector fundamental (si no el más importante) de la economía. Incluso en nuestra vida privada, amorosa, el principal problema no consiste en cómo iniciar una relación sino en cómo terminarla, cómo deshacerme de él o de ella, una vez que el amor se fue (siempre tan rápido).
Lo que importa no es la duración; únicamente la velocidad. Bauman nos lo recuerda en un epígrafe, citando a Emerson: “Cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad”, otra vez, como en el juego de las sillas. Pero, por más veloces que podamos ser, nada nos garantiza que, en la próxima ronda (que se juega ahora mismo), no se nos adelanten y pasemos entonces al grupo de los eliminados; los que ya no tienen más oportunidad y observan desde afuera cómo se les niega el acceso a lo más elemental. Los eliminados constituyen lo que Bauman llama “la infraclase”: “La infraclase global podría considerarse un desecho producido por una solución saturada de sustancias solubles de las que aquélla no es más que una condensación sólida. La mencionada solución es la sociedad individualizada a la que todos pertenecemos”. “Los miembros de la sociedad –explica Bauman– buscan desesperadamente su ‘individualidad’, ser un individuo. Esto es, ser diferente a todos los demás. Sin embargo, si en la sociedad ser un individuo es un deber, los miembros de dicha sociedad son cualquier cosa menos individuos, distintos o únicos.” Ser un individuo, entonces, significa ser idéntico a todos los demás. Y si la individualidad pretende ser el rasgo que nos hace autónomos, libres, parece que no nos permite diferenciarnos, a menos que asumamos las terribles consecuencias de no pertenecer a la sociedad individualizada.
Los marginados del progreso económico son la escoria, los humillados, aquellos que no están en condiciones de elegir, relegados a la condición de residuos humanos: “Si se les pidiera a esas personas que relatasen los progresos de su individualización o que reflexionaran sobre ella a modo de deber o tarea, probablemente se tomarían esa petición como una broma cruel y de mal gusto. Si intentaran comprender lo que significa el extraño término individualidad, difícilmente podrían adscribirlo a nada en su experiencia vital que no fuera la agonía de la soledad, el abandono, la ausencia de un hogar, la hostilidad de los vecinos, la desaparición de amigos en los que se puede confiar y con cuya ayuda se puede contar, y la prohibición de entrada en lugares que a otros seres humanos se les permite recorrer, admirar y disfrutar a su voluntad”. Ya es demasiado tarde, como señala Bauman, necesitaríamos, no uno sino tres planetas –iguales al nuestro– para mantener a todos los seres humanos con el mismo nivel de confort que el ciudadano norteamericano medio. Entonces, ¿no serán, los excluidos, los desplazados (la abrumadora mayoría), condición sine qua non de la “individualidad” de unos pocos? En este sentido, ser un individuo es un privilegio.

EL NIÑO CONSUMISTA

En la era de la modernidad líquida, la distinción entre sujeto y objeto cedió su espacio (inevitablemente) a la de “consumidor” y “objeto de consumo”. Y así como todo sujeto corre peligro de ser tomado como objeto (por otro sujeto), todo consumidor corre el riesgo de convertirse en objeto de consumo (por otro consumidor). El homo eligens (el hombre elector –no el que realmente elige–) es “un yo permanentemente impermanente, completamente incompleto, definidamente indefinido y auténticamente inauténtico”, aquel que, ante un problema, no dudará en buscar su solución en un centro comercial (o en varios); única forma de encontrar consuelo en la vida líquida. Eterno insatisfecho, el homo eligens busca la felicidad como el motivo principal de su existencia pero no puede hallarla (la felicidad no es ni será nunca un objeto de consumo): “La infelicidad resultante añade motivación y vigor a una política de la vida de claros tintes egocéntricos; su efecto último es la perpetuación de la liquidez de la vida”, escribe Bauman. Es decir, el homo eligens, frustrado, insiste (y lo hará hasta el final de su crédito bancario). Esta vez, probablemente, en un shopping.
El arte del marketing –según Bauman– consiste en impedir que los deseos de los consumidores se vean completamente realizados. La insatisfacción asegura que los ciudadanos del moderno mundo líquido no dejemos de explorar, hasta la obsesión, cada comercio, en busca de quién sabe qué objeto que nos identifique (y si está a la moda, mucho mejor).
¿Y los hijos? ¿Es cierto que llegan con un pan debajo del brazo? Bauman no estaría de acuerdo: “Tener hijos cuesta dinero, mucho dinero”, y agrega: “A diferencia de tiempos pasados, el niño o la niña es hoy un consumidor puro y simple que no produce aportación alguna a los ingresos del hogar”. Niños y niñas, aun antes de aprender a leer, se comportan como perfectos consumidores. Conscientes de que “necesitan” determinados productos –en venta–, “se sienten inadecuados, deficientes y de inferior calidad si no responden con rapidez a la llamada” de los expertos en marketing infantil. Una empresa inglesa de investigación de mercados (a propósito del uso de cosméticos por parte de niñas de entre 7 y 14 años) sugirió, entre otras medidas, “la instalación de máquinas expendedoras de cosméticos en los centros educativos y los cines”. Indignado, Bauman recuerda que, algún día, los niños fueron considerados “el futuro de la nación”. Pero –ironiza–, si el crecimiento de la nación se mide hoy por el PBI, “es mejor que los niños empiecen pronto (si puede ser, desde el momento mismo de su venida al mundo) a prepararse para el rol de compradores/consumidores ávidos y avezados que se les vendrá encima”. Con el pretexto de estar llevando a cabo un acto de amor y profundamente moral hacia la figura sagrada del niño como “persona que sabe y elige”, los profesionales del marketing crean en el niño “un estado de insatisfacción perpetua a través de la estimulación del deseo de novedad y de la redefinición de lo precedente como basura inservible”.
Bauman se refiere, una y otra vez, a “los profesionales del marketing” casi como si se tratara de un verdadero complot contra la humanidad.
Bauman cita un trabajo de James McNeal sobre la influencia de los niños norteamericanos en el consumo de sus padres (es decir, niños que son consultados, que aconsejan, o imponen una compra determinada). Unos 300 mil millones de dólares, gastados por “influencia infantil”, sólo en 2002. Por si fuera poco, “McNeal también afirma que uno de cada cuatro niños y niñas ha visitado ya alguna tienda sin ir acompañado de sus padres antes de alcanzar la edad de inicio de la educación primaria, y que la edad mediana a la que se comienza a ir de compras de manera independiente es a los ocho años”. Así, el niño consumista se prepara para el gran salto hacia una vida líquida: la venta de sí mismo. El niño consumista no sólo se vende en persona sino que aprende a ver todas las relaciones interpersonales en términos de mercado (incluidos amigos y familiares).
EL AMOR LIQUIDO O LA COMEZON DEL SEGUNDO AÑO
En Vida líquida, Bauman repite algunos argumentos de trabajos anteriores (especialmente, Globalización. Consecuencias humanas, Modernidad líquida y Amor líquido, los tres disponibles en Fondo de Cultura Económica). En el prólogo a su Amor líquido, Bauman escribe: “En nuestro mundo de rampante individualización, las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, podríamos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida”.
Los problemas del amor líquido no son otros que los de la vida líquida.
En el mismo capítulo que se ocupa del niño consumista, Bauman hace un repaso por la cuestión del amor. ¿Qué tienen para decir “los expertos” del amor en la era de la modernidad líquida? En un número reciente del Observer Magazine, el Dr. John Marsden, un especialista en adicciones, comentaba un “descubrimiento científico” según el cual, lo que “llamamos enamorarse o estar enamorados se reduce a una mera excreción de oxitocina”, una sustancia química que nos permite disfrutar intensamente del sexo. Si hay atracción física, el cerebro libera un cocktail químico que activa la dopamina, haciéndonos sentir felices y enamorados. “El problema, no obstante, es que la droga en cuestión se produce sólo durante un tiempo limitado.” ¿Cuánto? Unos dos años. “Ese es el tiempo que, más o menos, han durado todas las relaciones serias que he tenido”, informa el columnista. Entonces, el amor dura, con suerte, dos años. No sólo eso, además, es una droga: “Todo era una cuestión de química, tonto”, agrega Bauman, con sarcasmo. En el actual escenario de vida líquida, el Dr. Marsden es bien recibido por los lectores, necesitados de una absolución de culpas tras una ruptura: “No te preocupes, a todos nos pasa”.
El contexto líquido favorece la fragilidad de los vínculos humanos, haciendo del amor un objeto de consumo como cualquier otro: “Ni esos dolores morales surgirían con tanta frecuencia, ni haría falta recurrir al engaño de forma tan habitual si el mundo fuera menos líquido, es decir, si no cambiara tan rápidamente, si los objetos de deseo no envejecieran en él tan pronto ni perdieran su encanto a una velocidad tan vertiginosa, si la vida humana (más duradera que la vida de prácticamente cualquier otro objeto) no tuviera que ser dividida en una serie de episodios independientes y de nuevos comienzos. Pero ese mundo no existe y las probabilidades de que los lazos interpersonales se vean exentos de las pautas consumistas (que son cognitivas además de conductuales) son ínfimas”. Son dolores morales; y tomemos la decisión que tomemos, Bauman nos asegura que no haremos más que acumular más problemas.

Hay algo del último Mario Bunge en Bauman, quejándose de todo y de todos. Una paranoia, a fin de cuentas, líquida.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2414-2007-01-21.html

miércoles, 13 de julio de 2011

El consumo no es malo, el hiperconsumo si lo es


Publicado en: Mercadeo Estrategico

Gilles Lipovetsky, Filosofo contemporáneo francés, asegura que:
No tiene nada de malo el consumo, sino lo que verdaderamente es perjudicial es vivir excesivamente de el, en sustituir nuestras pasiones y nuestra felicidad en objetos Banales

Las realidades de la publicidad han cambiado. Desde una inocente e inofensiva campañas publicitarias hasta hoy en dia; que vivimos pandemias en las cuales el consumidor requiere de ciertos productos para sentirse bien consigo mismo.

Si antes la religión y el gobierno o reinado, eran los modelos a seguir y la base de valores de una sociedad, hoy en dia, las empresas y específicamente la publicidad tiene el poder de los valores, y de moldear el comportamiento y pensar humano del hombre contemporáneo.

La ola es tan fuerte que homogeniza a los seres humanos, y más que todo en un mundo tan globalizado e intercomunicado. Es casi imposible escapar a este, solo podríamos lograrlo escapándonos de la sociedad y transformarnos en un ermitaño.

La sociedad actual nos presiona para utilizar cierto producto. Ya es casi imposible vivir sin un teléfono celular, sin internet, sin una computadora. Esto ha causado en la sociedad el estigma de pensamiento de que vales por lo que tienes, y si lo tienes es porque lo mereces.

Gilles cita en su teoría las cinco fases que transforman a un individuo en hiperconsumista:

La primera característica, señala Gilles Lipovetsky, la podemos apreciar en las personas que se hacen de todos los equipos electrónicos y tecnológicos de la actualidad; ahora en una sola familia podemos ver que tienen varios automóviles, de televisores, los niños ahora tienen celulares.

Eso si, cada una de las compras se justifica si es que se trata de una marca prestigiosa o socialmente bien vista”, comentó.

Aquí es donde entra la segunda fase, en la actitud hedonista en la cual busca refugio el hombre actual.

La sensación de comodidad, de satisfacción personal, y hasta cierto punto de autosatisfacción, la provoca la compra compulsiva.

Ahora compramos las cosas para la satisfacción personal, con la cual podemos sentir cosas nuevas, experiencias diferentes. El consumo excesivo es como doparse, como viajar y salir de la realidad y buscar rejuvenecer, en ser uno nuevo comprando tal o cual marca”, refirió Gilles Lipovetsky en la tercera faceta del hiperconsumista.
De igual forma, existe una obsesión en vivir el presente y en la no planificación del futuro.

Esta es la cuarta etapa en donde se ha fomentado un excesivo cuidado por la precaución y la prevención.

Según el filósofo las nuevas tendencias médicas enfocadas a la prevención de la salud son creadas bajo un perfil de consumo de la salud.

Los masajes, terapias para el desarrollo humano estudios clínicos se venden como objetos de moda listos al mejor postor.

La quinta y última fase recae en el error de considerar que la felicidad se alcanza viviendo en una zona residencial, con un auto último modelo, teniendo una excelente presencia física y los demás estereotipos que las campañas de publicidad promocionan de manera irresponsable.

Se ha comprobado bajo estudios recientes que, en una parte, el dinero si otorga una parte de la felicidad pero también se ha comprobado que pasando ese nivel económico la felicidad no aumenta, esto quiere decir que difícilmente seremos más felices si tenemos más dinero o posesiones materiales”, sostuvo.

Tenemos que modificar nuestros amores y pasiones para enfocarlas en objetos que no se puedan consumir.
En sí, consumir no tiene nada de malo porque no podemos salirnos de ese sistema pero lo que si podemos criticar y evitar es el consumo excesivo de los objetos”, concluyó el pensador.

jueves, 7 de julio de 2011

El cambiante y acelerado mundo en el que vivimos


Bauman duda de que la globalización permita mantener el modelo social europeo.
El sociólogo Zygmunt Bauman ha mostrado sus dudas de que el actual Estado del Bienestar de que disfruta Europa, al que se ha referido como “estado social”, pueda ser “sostenible” en el tiempo cuando el mundo se encuentra metido “a fondo” en el proceso de globalización.

Bauman (Polonia, 1925), que comparte junto a su homólogo francés Alain Touraine el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, se ha pronunciado en este sentido en una rueda de prensa celebrada hoy en Oviedo, donde el viernes recogerá el galardón de manos de don Felipe de Borbón.

Toruaine y Bauman fueron distinguidos con este premio por ayudar a entender, desde perspectivas diferentes pero complementarias, el “cambiante y acelerado mundo en el que vivimos”.

Para el autor del concepto de la teoría de la “modernidad líquida”, la del tiempo del cambio y movimiento constante, la única forma de preservar el modelo europeo es conseguir trasladarlo a nivel mundial, porque no cree que haya posibilidades de que se mantenga de forma aislada en un grupo de naciones.

Ha añadido que el 5 por ciento de la población mundial tiene en sus manos el 33 por ciento de la riqueza y que, por tanto, ningún país, por muy rico que sea, puede aportar una solución únicamente por sí mismo para poder mantener los privilegios que caracterizan su estado social, como es que todos tengan una posibilidad ante la desgracia y que la calidad de su sociedad no se mida por su fuerza media, sino por una debilidad media, por la media de los débiles.

El autor de “Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias”, obra en la que aborda las migraciones, los refugiados o el desempleo como consecuencia inevitable de la modernidad, se ha mostrado también convencido de que “la diferencia” se va a estabilizar en todas las sociedades y que habrá que aprender “a vivir con ella” A raíz de que la canciller alemana, Ángela Merkel, haya asumido estos días que el intento de crear en su país una sociedad multicultural no ha funcionado, Zygmunt Bauman ha señalado que la situación actual de la emigración es “más bien de diáspora” en todo el mundo sin que haya un intento de asimilación de la cultura o costumbres de los países que les acogen.

Mientras que antes los emigrantes querían ser como los nativos y ascender en la escala social, ahora se ha producido un cambio y una evolución que lleva a mantener viva la diferencia.

Así, ha señalado que frente a la asimilación cultural, la tendencia actual es la de “la diferenciación permanente, un desafío que hay que afrontar, aunque sea difícil, porque es un hecho.

Bauman, junto a Touraine, está considerado como uno de los máximos exponentes del pensamiento europeo actual y ha desarrollado teorías que han ejercido una gran influencia en los movimientos antiglobalización.

Fuente: EFE-La Vanguardia

domingo, 3 de julio de 2011

Internet y redes sociales: El mercado es tu cabeza


Por Manuel Freytas publicado en IAR Noticias

La realidad de la mente humana, programada y formada por el sistema capitalista, está diseñada como un gran mercado para consumir.

Un día el individuo-consumista-masa (femenino-masculino) se despertó y dijo: Miro la televisión y luego existo.

Y otro día, se despertó y dijo: Utilizo la Internet y solo existo por el ciberespacio.

Algo así como: Primero me gradúo de robot consumista por la TV pasiva, y luego curso el postgrado virtual por la Internet interactiva y sin fronteras.

Sin saberlo, un día, los humanos parlantes ingresamos a la era del "homo videns" televisivo, finalmente proyectado (y realizado) a través de las ondas del ciberespacio desplegadas como una gran telaraña de cerebros virtualizados.

Los señores del dinero y del mercado, para extender una sucursal informática de sus negocios, ahora apuestan por el "pensamiento virtual". .

"Miro TV, y luego existo", continua siendo el axioma del robot humano programado masivamente por la TV. "Chateo, navego y me hago universal", es el eslogan impuesto en la cabeza del individuo virtual que usa la compu como novedoso y ultísimo medio de realización y de convivencia social.

Matemáticamente considerada, Internet es solo una sucursal informatizada (mejorada y sintetizada) del mercado televisivo.

En la TV, la vida y la posibilidades se resumen en un control remoto. En la Internet, todo se resuelve con un clic. Con un clic navegas, con un clic votas, con un clic consumes, con un clic encuentras amigos, con un clic haces el amor, con un clic te encuentras, con un clic haces un hijo, con un clic te separas, y con un clic te reciclas en un robot comunicado por no más de 140 caracteres.

El sistema quiere que tu cabeza sea la prolongación de tu celular: Que te conviertas en un "mensajito de texto" viviente.

La Internet quiere que hables cortito, que escribas cortito, y que pienses cortito. Que te integres (al mercado) sin conflicto y a imagen y semejanza de un SMS de consumo rápido y sin tiempo para la digestión de ideas.

Los señores del dinero y del mercado quieren que tu cabeza informatizada se actualice permanentemente en títulos, volantas, y párrafos cortitos que se resuman en un axioma central: Voto y consumo a través de un clic.

Quieren que seas un ente virtual automatizado, sin contexto, sin historia, sin relación ni causalidad entre acontecimiento y acontecimiento. Te quieren tabicado, nivelado como un ladrillo incomunicado que cree que se comunica con el más allá.

El sistema te quiere convertido en un disparador de "ondas positivas", en un "mensajito de texto" sin historia, que no levanta olas ni se interroga sobre qué somos, porqué somos, para qué estamos y de dónde venimos.

Y te crea la culpa del texto largo (fuera de moda) que rompe la magia del "pensamiento fashion" elaborado sinteticamente con la velocidad de un clic.

No tienes que reflexionar, eso es del pasado : El mercado informatizado está diseñado en forma automática para pensar por ti, los productos ya están elaborados y procesados, solo tienes que hacer un clic para acceder a la góndola del "pensamiento virtual".

Las ofertas son infinitas: Todas están contenidas en un segmento del mercado al alcance de un clic. Buscar amigos, buscar pareja, buscar marketing empresarial o individual, todo está a tu alcance con solo cliquear en un casillero.

¿Y sabes porqué?

El mundo globalizado del capitalismo sin fronteras no está diseñado para pensar, sino para consumir productos. La identidad social no se valora por las ideas, sino por la capacidad de consumir productos.

Todo nace, se trasforma y muere dentro del mercado. El mercado normatiza nuestras ideas, programa nuestras emociones, regula nuestros sentimientos, socializa nuestra existencia, programa nuestra conducta y nos confiere status de "incluidos" o "excluidos" dentro del sistema

Casa, ropa, autos, viajes sin fronteras, capacidad financiera, símbolos estatutarios del poder económico, y no las ideas, definen tu identidad social en la pirámide.

Los señores del dinero sin fronteras buscan que uses la herramienta Internet, no para transformar tu realidad, sino para insertarte dentro del mundo globalizado tal cual es: Un paraíso empresarial de la sociedad de consumo capitalista.

El sistema quiere que te recicles, que te reconviertas en un prolijo "mensajito de texto", en una sumatoria de individualidades autistas programadas para consumir. Y sin que pienses ni sientas culpas por los 3000 millones de humanos (los pobres e indigentes) expulsados del mercado por carencia de dinero para consumir.

Todo te viene resuelto, empaquetado, prolijamente automatizado para que no pienses por ti mismo.

La tecnología informática es la nueva panacea de la universalidad sin limites , solo con un clic (y sin haber tomado ningún avión) te conviertes en ciudadano virtual de un mundo sin fronteras.

De pronto (con Bill Gates como Cristóbal Colón) nació el mundo del "individuo virtual", a tono con la "burbuja virtual" que recicló el planeta convertido en una gran "economía de papel" con riquezas expoliadas financieramente y transferidas por computadora.

En ese escenario, la Internet no es nada más que una continuidad del mercado por otras vías.

Para el sistema, en definitiva, ya no eres nada más que una "célula consumista virtualizada", una terminal del mercado "sin fronteras" que los bancos y empresa trasnacionales diseñan para dividir y comerse el mundo en fetas de "mercado segmentado"

Por medio de la maravilla del clic, las mismas empresas capitalistas, que habían construido la "burbuja virtual" en Wall Street, ahora construyeron la "burbuja comunicacional" con tu cerebro como variable de ajuste.

Así como la "economía virtual" sustituyó el dinero efectivo por papeles de deuda sin ningún valor, el "pensamiento virtual" vació las cabezas de pensamiento reflexivo, y las convirtió en un cajero automático chatarra del consumo express.

Por eso, entre otras cosas, el sistema quieres que escribas cortito, que pienses cortito, y te entregues (sin pensamiento crítico) a los brazos liberadores del "clic sin fronteras".

(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web. Ver sus trabajos en Google y en IAR Noticias